Había una vez, en un reino muy lejano, un
rey y una reina que eran guapos, listos y que se querían profundamente. Aquello
que más deseaban en el mundo era tener un hijo y a los pocos años de casarse
nació una linda niña a la que llamaron Sabrina.
La pequeña princesa fue creciendo feliz
en el palacio. Un año por su cumpleaños su madre le regaló una cadenita de oro con
un colgante de una rosa.
- Esto que te regalo, Sabrina, es algo muy
especial que lleva mucho tiempo en la familia, es nuestro símbolo. Cuídalo
bien. Te traerá buena suerte.
Pasados unos años Sabrina se había
convertido en la princesa más bella que se podía encontrar en muchas millas
alrededor. Su padre había llegado a un acuerdo tiempo antes para que su hija se
casara con un príncipe de un reino cercano ya que podía ser una buena
oportunidad para forjar una alianza entre los reinos.
Un día le contó a su hija que debía
casarse con aquel príncipe, pero Sabrina no quería casarse con un joven al que
no conocía. Así que le dijo a su padre:
- Antes de conocer a ese príncipe debo estar lista y poder
demostrar que éste es un reino rico así que deberíamos conseguir los vestidos
más preciosos que existan.
El rey estuvo de acuerdo con esto y se
puso a buscar por todas partes los vestidos más impresionantes para poder
regalárselos a su hija y encontró los tres vestidos más bonitos que se puedan
imaginar. Uno era dorado como el sol, otro plateado como la luna y un tercero
brillante como las estrellas.
Pero Sabrina seguía sin querer casarse
con aquel príncipe y le dijo a su padre que también necesitaría algo con lo que
abrigarse. Pero no podía ser cualquier abrigo porque debería se elegante y poder
taparla por completo. ¡No podía ponerse un gorro con aquellos vestidos!
El padre mandó traer las pieles más finas
que se pudiesen conseguir y ordenó coser el mejor de los abrigos. La capucha estaba hecha de color marrón, igual que las mangas, el cuerpo era negro y los puños y el borde de la capucha tenía pelos suaves casi blanco. Cuando la
princesa se probó el abrigo el efecto era impresionante. La cubría por completo
y nadie diría que aquella era Sabrina.
Como la princesa tenía ya las ropas
necesarias para conocer al príncipe se organizó el viaje para ir a conocer al
joven. Sabrina esperó a que paran a pasar la noche y empaquetó sus vestidos, su
colgante, se puso el abrigo con el que se tapó entera y salió a escondidas de
la posada donde estaban.
Se escondió en los bosques y caminó y
caminó, día tras día. Hasta que un día en mitad del bosque unos hombre a
caballo la pararon y al ver que estaba sola en medio del bosque la recogieron para
llevarla al castillo de su señor.
Sabrina no quería que descubrieran quien
era así que se dejó el abrigo puesto y no dejo que nadie viera su cara, ni su
pelo, ninguna otra parte de su cuerpo. Cuando llegaron al castillo y la
presentaron ante el príncipe para preguntar que deberían hacer, Sabrina pensó
que aquel joven era el chico más guapo que había visto nunca. No solo eso sino que
se dio cuenta de que también era bueno cuando mandó que le buscaran alguna cosa
que hacer en el castillo, ya que no podía dejar que se quedara viviendo en el
bosque.
Sabrina fue enviada a la cocina y poco a
poco fue aprendiendo a hacer sus tareas, con muchos enfados de su jefe ya que
nunca había aprendido a cocinar, cortar, pelar, etc. ¡Era una princesa y nunca
había entrado en una cocina! Pero nadie pudo ver nunca como era ella ya que siempre
llevaba puesto el abrigo, fuera verano, otoño, invierno o primavera.
Al cabo de un tiempo se organizó en el
castillo tres días de bailes a los que irían todas las princesas de reinos
cercanos para que el príncipe pudiera elegir entre ellas quien sería su mujer.
Sabrina pidió permiso al cocinero para
poder subir a ver el baile, fingiendo que nunca había estado en uno. Cuando se
lo dio subió corriendo a su cuarto, se quitó el abrigo se lavó un poco y se
puso su vestido tan dorado como el sol. Fue al baile y causó tanta impresión
que el príncipe no dejo de bailar con ella.
El segundo día Sabrina volvió a pedir
permiso y esta vez se puso su vestido tan plateado como la luna. El príncipe
estaba alucinado con ella y no quería dejarla marchar.
El tercer día Sabrina se puso su vestido
brillante como las estrellas y fue al baile. El príncipe bailó con ella toda la
noche y al acabar el baile le dijo que se quería casar con ella y que si sería
tan amable de acompañarle a darles la noticia a sus padres, los reyes.
Sabrina encantada le dijo que sí y se
fueron a hablar con los reyes. Al hacer la reverencia el colgante de la rosa
quedó en el aire y la reina mirándolo fijamente dijo:
- Me alegro
mucho de conocerte, PRINCESA Sabrina. Hacía mucho tiempo que esperábamos verte.
Mandaré recado a tus padres para avisarles de que te hemos encontrado y que la
boda que habíamos planeado hace tiempo va a ser dentro de unos días.
Hubo bailes, fiestas, recuentros y una boda. Finalmente fueron felices
para siempre.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
El cuento está adaptado para niños de 3-4 años. Aunque puede resultar un poco corto, al estar orientado a narrarlo como cuentacuentos lo más probable es que se alargue una vez que empezamos a contarlo, depende de los niños y de la interactuación que se produzca se podrán alargar unas partes o otras.
Para hacer la adaptación de este cuento he mantenido la estructura inicial de núcleo1-huida-castillo-núcleo2, los dones que recibe la pequeña princesa (el colgante, los vestidos y el abrigo), la ayuda recibida en el castillo y la importancia del colgante en el final.
He suprimido el hecho de que el rey quisiera casarse con su hija, ya que no creo que sea adecuado tratar temas como el incesto en las aulas de infantil. También he suprimido la muerte de la madre ya que los niños de estas edades ven como fundamental la figura materna. He mantenido el hecho de que ella se escapa de su casa y la razón, el deseo de tomar sus propias decisiones. Me parece que es una parte importante del cuento ya que es el momento en el que la princesa quiere tomar las riendas de su vida y hacerse mayor.
El final es distinto porque los niños, en la etapa de infantil, ven la identidad propia como algo muy importante, por eso he decido devolver a la princesa su identidad al completo.
Perfecto.
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