domingo, 12 de mayo de 2013

Toda clase de pieles


Había una vez, en un reino muy lejano, un rey y una reina que eran guapos, listos y que se querían profundamente. Aquello que más deseaban en el mundo era tener un hijo y a los pocos años de casarse nació una linda niña a la que llamaron Sabrina.
La pequeña princesa fue creciendo feliz en el palacio. Un año por su cumpleaños su madre le regaló una cadenita de oro con un colgante de una rosa.

- Esto que te regalo, Sabrina, es algo muy especial que lleva mucho tiempo en la familia, es nuestro símbolo. Cuídalo bien. Te traerá buena suerte.

Pasados unos años Sabrina se había convertido en la princesa más bella que se podía encontrar en muchas millas alrededor. Su padre había llegado a un acuerdo tiempo antes para que su hija se casara con un príncipe de un reino cercano ya que podía ser una buena oportunidad para forjar una alianza entre los reinos.
Un día le contó a su hija que debía casarse con aquel príncipe, pero Sabrina no quería casarse con un joven al que no conocía. Así que le dijo a su padre:

           - Antes de conocer a ese príncipe debo estar lista y poder demostrar que éste es un reino rico así que deberíamos conseguir los vestidos más preciosos que existan.

El rey estuvo de acuerdo con esto y se puso a buscar por todas partes los vestidos más impresionantes para poder regalárselos a su hija y encontró los tres vestidos más bonitos que se puedan imaginar. Uno era dorado como el sol, otro plateado como la luna y un tercero brillante como las estrellas.
Pero Sabrina seguía sin querer casarse con aquel príncipe y le dijo a su padre que también necesitaría algo con lo que abrigarse. Pero no podía ser cualquier abrigo porque debería se elegante y poder taparla por completo. ¡No podía ponerse un gorro con aquellos vestidos!
El padre mandó traer las pieles más finas que se pudiesen conseguir y ordenó coser el mejor de los abrigos. La capucha estaba hecha de color marrón, igual que las mangas, el cuerpo era negro y los puños y el borde de la capucha tenía pelos suaves casi blanco. Cuando la princesa se probó el abrigo el efecto era impresionante. La cubría por completo y nadie diría que aquella era Sabrina.
Como la princesa tenía ya las ropas necesarias para conocer al príncipe se organizó el viaje para ir a conocer al joven. Sabrina esperó a que paran a pasar la noche y empaquetó sus vestidos, su colgante, se puso el abrigo con el que se tapó entera y salió a escondidas de la posada donde estaban.
Se escondió en los bosques y caminó y caminó, día tras día. Hasta que un día en mitad del bosque unos hombre a caballo la pararon y al ver que estaba sola en medio del bosque la recogieron para llevarla al castillo de su señor.
Sabrina no quería que descubrieran quien era así que se dejó el abrigo puesto y no dejo que nadie viera su cara, ni su pelo, ninguna otra parte de su cuerpo. Cuando llegaron al castillo y la presentaron ante el príncipe para preguntar que deberían hacer, Sabrina pensó que aquel joven era el chico más guapo que había visto nunca. No solo eso sino que se dio cuenta de que también era bueno cuando mandó que le buscaran alguna cosa que hacer en el castillo, ya que no podía dejar que se quedara viviendo en el bosque.
Sabrina fue enviada a la cocina y poco a poco fue aprendiendo a hacer sus tareas, con muchos enfados de su jefe ya que nunca había aprendido a cocinar, cortar, pelar, etc. ¡Era una princesa y nunca había entrado en una cocina! Pero nadie pudo ver nunca como era ella ya que siempre llevaba puesto el abrigo, fuera verano, otoño, invierno o primavera.
Al cabo de un tiempo se organizó en el castillo tres días de bailes a los que irían todas las princesas de reinos cercanos para que el príncipe pudiera elegir entre ellas quien sería su mujer.
Sabrina pidió permiso al cocinero para poder subir a ver el baile, fingiendo que nunca había estado en uno. Cuando se lo dio subió corriendo a su cuarto, se quitó el abrigo se lavó un poco y se puso su vestido tan dorado como el sol. Fue al baile y causó tanta impresión que el príncipe no dejo de bailar con ella.
El segundo día Sabrina volvió a pedir permiso y esta vez se puso su vestido tan plateado como la luna. El príncipe estaba alucinado con ella y no quería dejarla marchar.
El tercer día Sabrina se puso su vestido brillante como las estrellas y fue al baile. El príncipe bailó con ella toda la noche y al acabar el baile le dijo que se quería casar con ella y que si sería tan amable de acompañarle a darles la noticia a sus padres, los reyes.
Sabrina encantada le dijo que sí y se fueron a hablar con los reyes. Al hacer la reverencia el colgante de la rosa quedó en el aire y la reina mirándolo fijamente dijo:

- Me alegro mucho de conocerte, PRINCESA Sabrina. Hacía mucho tiempo que esperábamos verte. Mandaré recado a tus padres para avisarles de que te hemos encontrado y que la boda que habíamos planeado hace tiempo va a ser dentro de unos días.

Hubo bailes, fiestas, recuentros y una boda. Finalmente fueron felices para siempre.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

El cuento está adaptado para niños de 3-4 años. Aunque puede resultar un poco corto, al estar orientado a narrarlo como cuentacuentos lo más probable es que se alargue una vez que empezamos a contarlo, depende de los niños y de la interactuación que se produzca se podrán alargar unas partes o otras.

Para hacer la adaptación de este cuento he mantenido la estructura inicial de núcleo1-huida-castillo-núcleo2, los dones que recibe la pequeña princesa (el colgante, los vestidos y el abrigo), la ayuda recibida en el castillo y la importancia del colgante en el final. 

He suprimido el hecho de que el rey quisiera casarse con su hija, ya que no creo que sea adecuado tratar temas como el incesto en las aulas de infantil. También he suprimido la muerte de la madre ya que los niños de estas edades ven como fundamental la figura materna. He mantenido el hecho de que ella se escapa de su casa y la razón, el deseo de tomar sus propias decisiones. Me parece que es una parte importante del cuento ya que es el momento en el que la princesa quiere tomar las riendas de su vida y hacerse mayor.

El final es distinto porque los niños, en la etapa de infantil, ven la identidad propia como algo muy importante, por eso he decido devolver a la princesa su identidad al completo.

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